viernes, 20 de agosto de 2010

sex-mail





¡Llego tarde!

Cuando paso por la puerta del despacho, el reloj que corona la sala, me lanza sus saetas, haciendo diana sobre mi cabeza.
Por suerte, parece que nadie se da cuenta de mi retraso.
Aunque, ¿qué es media hora dentro de una jornada de trabajo?
Valentino y Checa discrepan sobre no sé qué tema. Están tan atentos a la discusión que ni se dan cuenta de que acabo de llegar.
Me siento angustiada, incómoda en mi primer día de demora.
Tomo aire mientras me instalo en mi despacho y miro alrededor con la esperanza de que nadie me haya echado de menos.
Vuelvo a tomar aire mientras pongo un poco de orden en mi mesa y le echo una ojeada al correo electrónico.
Empresas, publicidad y un e-mail curioso que me llama la atención.



Hola princesa:

No puedo dejar de pensar en tus labios ardientes..., tus pechos erguidos..., tu culito juguetón...
¡Mmmmm! ¡Me vuelves loco, nena!
¿Cuándo te parece que lo podríamos volver a repetir?
¡Me muero por probarte de nuevo!
Despacito...
Degustándote..
Quiero mezclar todos tus sabores y convertirlos en uno solo: ¡único, exquisito!
Marco



Debe ser un error. No puede ser más que eso. No conozco a ningún Marco,0 pero no me importaría conocer a un ejemplar tan ardiente y expresivo...

A mí nunca me han enviado un mail parecido.
¡Ni de lejos!
Lo vuelvo a leer y le busco el remitente.
El corazón me late con rabia.
M. Melandri mmdri@motogp.com


Tiene que ser una broma. Seguro que si asomo la cabeza por encima del ordenador, veré a mis compañeros mofándose de mí descaradamente.

Levanto la cabeza despacito, disimulando, me pongo el boli en la boca, como quien no quiere la cosa.
Y nadie me mira.
Pedrosa ordena el archivo, Valentino y Checa continúan discutiendo, Ukawa habla con Fonsi, y Capirossi y Barros escriben sin hacerme ningún caso.
Echo una segunda mirada, ahora sin disimular, y veo al señor Elías dentro de su garita. Habla por teléfono; parece irritado. Le sigo con la mirada mientras discute y gesticula sin darse cuenta de que le observo.
No, tampoco ha sido él.
Bien, debe haber sido sólo un error.
Si me atreviera a seguirle el juego a este Marco...
Pero lo más prudente es ignorarle.
Hago un clic sobre el correo y lo tiro a la papelera.


¡Oh Dios, que mail...!



No he cenado. No puedo dejar de darle vueltas y es que desde que Max me dejó, ahora hace la eternidad de tres meses, mi vida sexual se ha reducido a nada.

¡Nula!
Marco me comería, mezclaría todos mis sabores, unificaría mis texturas...
¡Uffffffffffff, esto sería fantástico!
Le podría escribir y hacerle saber que se ha equivocado, o mejor aún, podría seguirle el juego hasta el final.
Seguro que un tío que escribe cosas como éstas debe estar como el dios Apolo.
No sé..., me falta decisión..., empuje.
Me animo y enciendo el ordenador.
Me tiemblan las manos; no sé qué escribir.



Hola Marco:

Tus palabras han quemado mi correo.
Me encantaría que me comieras despacito, que mezclaras mis sabores.
Te has colado en mi correo, no salgas sin probarme.


No sé como firmar esto.

Me da vergüenza releerlo, pero estoy decidida.
Busco un alias y ninguno me parece oportuno.
¿Pista?
Que tontería.
¿Boxes?
Es poco femenino.
La verdad es que no tengo mucha imaginación y no encuentro ningúno que me convenza.
Escribo Aprilia y lo envío sin pensármelo mucho.
¡Un clic y hecho!


Me tiembla el pulso. Me empiezo a hacer reproches; a arrepentirme.

¡La cuestión es perder el sueño!
Hasta este momento no dormía recordando los momentos de placer que viví junto a Max, y es que Max era insaciable.
Ahora no dejo de fantasear con Marco. ¡Le veo! Imagino sus ojos y siento su aliento, y su aroma, y su piel, y su calor...
¡Mmmmmmmmm!
Le noto acariciándome, besándome y lamiéndome..., me excita apasionadamente.
No puedo dormir, pero estoy tan bien así...


Por la mañana, en el trabajo no sirvo para nada.

Un montón de papelotes me esperan sobre la mesa pero lo primero que hago es mirar el correo.
Estoy ansiosa. Quiero una respuesta, ¡ya!
El corazón me agrede el pecho, las manos se me llenan de sudor y la boca se me seca, mientras veo aparecer el nombre de Marco en la pantalla, entre un montón de mails más.
Le hago doble clic ansiosamente y el correo se abre con lentitud, como acostumbra a pasar cuando el tiempo nos apremia.



Hola Aprilia:

Me ha sorprendido tu mail.
Podría tratarse de un error, ¿o quizás no?
No pienso dejarte escapar ahora que te he encontrado en medio de esta selva de letras.
Te quiero probar.
¿Qué te parece si cenamos mañana?
Un beso exquisito, húmedo y muy íntimo..., en el lugar donde más te excite.
Marco


¡No me lo puedo creer!

La temperatura ha subido en mi despacho.
Tengo miedo y creo que me he precipitado contestando tan alegremente.


Durante la mañana me distraigo fantaseando. Tengo instantes deliciosos que al momento se transforman en temores y me turban, hasta que el miedo me vuelve a dejar de nuevo sumergida en un mar de dudas.

No tengo nada que perder.
Le puedo contestar, alargar un poco este juego, y si la cosa no me convence..., dejo de escribirle y ya está.
¡Fácil!
Cuando yo quiera.


¿Cenar mañana...? ¡Imposible!

Antes debo ir a la peluquería y hacerme un cambio de color.
¡Qué tontería! Si él no sabe como soy no podrá notar ningún cambio.
Luego pediré hora al esteticista para que me depile las piernas y me deje el pubis coquetón: como el una artista porno.
¡Qué vergüenza!
Y si me queda tiempo me pintaré las uñas de los pies de color negro, ¿o sería mejor un color mas discreto?
No sé. Creo que necesito una copa..., o dos.
He perdido la cabeza, y la vergüenza también.



Hola Marco:

Este juego de palabras me seduce y me atrae muchísimo.
Me gustaría cenar contigo todas las noches de mi vida.
Hacerte ensaladas, mezclarme con tu sabor y llenarme de ti.
Un besito.
Aprilia



¡Uffffffff! Este juego me excita.

Me siento bien y he aceptado que Max no me volverá a llamar nunca más.
¡Lo pasábamos tan bien...!
Le gustaba lamerme las piernas. Empezaba chupándome lo dedos de los pies y avanzaba lentamente hasta mis rodillas. Hacía rodeos con la lengua, entreteniéndose en las ingles, hasta que conseguía hacerme gemir de placer. Entonces me preguntaba sonriente, _¿Sabes qué viene ahora, pequeña?_ y pasándose de largo, introducía su lengua en mi ombligo con suma delicadeza. Lentamente, se acercaba a mi sexo, me levantaba las caderas y, sin tocarme, soplaba muy despacio.
Cuando ya no podía aguantar más, le cogía la cabeza con fuerza y le empujaba hasta que notaba la humedad de su lengua paseándose sin prisa, provocándome el mejor de los orgasmos.
¡Mmmmmmmmm!
Max disfrutaba haciéndome temblar de placer.
¡Max!


Si no trabajo un poco el señor Elías me echará a la calle.

Debo reconocer que estoy muy distraída.


Cuando llego a casa sólo deseo una ducha tonificante.

No tengo hambre.
Me miro al espejo y me siento bonita... y esbelta.
Salgo del baño, húmeda y envuelta en un albornoz tres tallas más grande, y entro en la cocina obligándome a comer algo, cuando oigo el sonido metálico del ordenador.
Tengo un nuevo mail.
Corro con un el bote de melocotón en la mano.
¡Es él!


¡Te quiero ver ahora!

¿Dónde vives?
Tl: 779985643
¡Llámame! Te deseo.
Marco


¡Mierda!

¿Qué hago?
¡No he ido a la peluquería! ¡Ni me he depilado el pubis! Y mis uñas..., ¡qué desastre!
Mierda, mierda, mierda.
Concéntrate Aprilia.
Tranquila.
No hay prisa.
¡MIERDA!
Le llamo y ya está. Le digo que no puede ser y me lo quito de la cabeza...
Noooooooo.
Mierda.


Tiene la voz más bonita que he escuchado jamás, grave, serena, relajada, varonil.

Creo que con una voz así me dejaría llevar al fin del mundo.
No sé qué decirle. Callo y dejo que sea él quien me seduzca.
Me dice que está gratamente sorprendido, que tiene muchas ganas de conocerme, que le diga que sí, que me sorprenderá, que le gustan mucho mis mails.
Sus palabras resbalan en mis oídos, que seducidos quieren atrapar todos sus sonidos y guardárselos dentro, para siempre.
Le pido un par de días y me confiesa que no puede esperar más, que me desea, que necesita impregnarse con mi aroma, notar el calor de mi piel, el aroma de mis cabellos, llenarse de mí.
Me desea ahora y yo también.


No sé si he hecho bien, pero le he invitado a cenar.

Me pongo ropa interior negra, un vestido Armani que nunca he tenido oportunidad de estrenar y me perfumo las ingles y el cuello con unas gotas de Poeme.


Enciendo una velas blancas y una barrita de incienso con aroma a vainilla, cuando recuerdo que no tengo nada preparado para cenar.

Sobre la mesa de la cocina descansan unos botes de fruta en almíbar y un cuenco lleno de fresas, kiwis y bolitas de melón.
Seguro que si abro el congelador encontraré algo con que improvisar una cena.
Cuando intento serenarme Marco hace sonar el timbre del portero automático.
Le abro tomando aire para parecer tranquila, pero no puedo controlar mi pulso. Espero en la entrada con la puerta cerrada mientras espío por la mirilla el aspecto de mi pretendiente y le veo ordenarse el pelo después de haberse quitado el casco.
El chico promete.
Desde dentro me parece atractivo.
Espero a que llame al timbre y le hago esperar en el descansillo. Cuando le abro la puerta me enseña su mejor sonrisa mientras me obsequia con una botella de cava y un tarro gigante de helado de yogur.
Me confiesa que se siente un poco cortado y que esto no le había sucedido jamás.


Joven, alto, esbelto, moreno, ojos verdes, atractivo a morir. La mirada inquieta y las manos blancas con dedos largos.



Le hago pasar y, mientras le preparo un martini muy seco, se acomoda en mi sofá.

Le alargo la copa mientras le confieso que no he preparado nada para cenar. Vuelve a sonreír, dice que no le importa, que sólo quiere conocerme.
Le acerco la copa y me siento a su lado.
Me acaricia el pelo sin decir nada y clava su mirada en mis ojos, que tiemblan tanto como mi cuerpo. Se acerca despacio y me besa levemente.
Me dejo llevar, me acomodo en sus brazos y me acerco de nuevo a su boca.
Los besos se alargan y el pulo se nos acelera.
Marco me envuelve..., me susurra..., me acaricia..., me desnuda..., me lame...
Intento ahogar mis gemidos; no quiero asustarle.
Necesito contener mi excitación y aprovecho para quitarle la ropa.
Me arrodillo para desabrocharle el pantalón con los dientes, mirándole directamente a los ojos. Sabe lo que voy a hacer y noto como incrementa su excitación; me agarra el pelo y lo revuelve con inquietud.
Intento alargar el momento jugando con su pene erecto entre mis dedos. Pero Marco me suplica que lo haga ya, que no puede esperar más. Le sonrío maliciosa y me acerco muy lentamente a su miembro, con la boca entreabierta.
Un suspiro increíble me vuelve a activar y ahora le deseo con más intensidad que antes. Él lo nota y me acaricia el pelo mientras me hace incorporar. Me susurra entre suspiros que me desea ahora y me levanta en sus brazos mientras le dirijo hasta el dormitorio.


Me besa intensamente, ahora los labios, luego el cuello. Me acaricia, me lame, me muerde.

Huele a deseo y sus ojos dejan escapar un millón de chispas. Me tiendo en la cama y separo las piernas facilitándole la acción y él se arrodilla ante mí, levanta mis caderas y le siento resbalar cómodamente, hasta hundirse en lo más profundo de mi ser.


Se mueve lentamente: disfrutando en cada embestida, sin prisa. Le miro y su placer parece tan intenso como el mío. Jadea alguna frase lujuriosa que no llego a entender y le hago repetir. _ ¿Qué sientes?, ¿dime qué notas? _ Le digo que la siento enorme dentro de mí, que la noto caliente, resbalando en cada movimiento y que me muero por notar como se desborda en mi interior.

Le excita oírme hablar y a mí haberle excitado, tanto que no puedo retener mi orgasmo por más tiempo. Le hago partícipe de mi placer y se adapta a mis movimientos, me besa mientras me corro y disfruta al verme gozar.


Se retira delicadamente y me pide que me gire. Se coloca tras de mí y me sorprende con un lametazo cálido, que me hace estremecer. Me siento distendida tras mi orgasmo, pero su lengua dibuja curvas en mi sexo hasta encontrarse de lleno con la protuberancia que ha levantado mi clítoris.

Marco sabe muy bien como volverme a excitar e insiste hasta que me oye jadear de nuevo. Me penetra otra vez y, sujetándome por la cadera, dirige de nuevo sus embistes de placer, lujuria, vicio.


Mis orgasmos se suceden y él, cada minuto más satisfecho, culmina con un sollozo de goce inmenso, mientras le noto fluir a borbotones, inundándome con su placer. Un suspiro va frenando sus movimientos y Marco, cansado, masajea mi espalda mientras me besa dulcemente la cadera.



Se hace a un lado de la cama; yo caigo a su lado. Se incorpora y me besa con ternura, me sonríe y suspira mientras susurra que soy una viciosa maravillosa.



Se levanta y desaparece camino del baño deleitándome con su culito de ángel. Le sigo. Dice que tiene hambre, que el sexo le abre el apetito y que por la noche sólo toma yogur. Yo le informo que sólo tomo fruta y pactamos fusionar la cena.

Mientras se ducha, termino de preparar la ensalada y la mezclo con el yogur hasta conseguir que el color rojo de las fresas se unifique con el blanco y se convierta en una mezcla lujuriosamente rosa.
Cuando vuelvo a la cama con el cuenco, Marco ya se ha acomodado y me reclama a su lado. Dejo el recipiente sobre la mesilla y me acerco a su boca. _ ¿No tenías hambre, fiera? _ Asiente diciendo que quiere comerme otra vez, y yo me fundo en un sollozo casi inaudible, dejándome caer a su lado, receptiva y ardiente al instante: fundiéndome en sus besos, enredándome en sus brazos, llenándome con su pasión.


Le atrapo entre mis piernas y le hago saber que tomo el mando; que soy yo quien va a comerle, que quiero mezclar todos sus sabores hasta convertirlo en uno solo: ¡único y exquisito!

Parece que le seduce su propia idea. Se deja llevar esperando que el espectáculo dé comienzo. Y como si se tratara de un espectáculo de verdad, siento miedo escénico. De pronto no sé qué hacer. Le veo tendido ante mí, expectante, y no se me ocurre nada.
Extiendo el brazo y cojo una fresa del cuenco para refrescarme la boca, pero Marco me atrapa la mano llevándosela a la boca, con gula. Vuelvo a atrapar otra fresa cubierta de yogur rosado y esta vez soy yo quien se la ofrece. Chupa mis dedos hasta dejarlos limpios de la cremosa emulsión. Acerco el recipiente a la cama y empiezo a untarle, dándole un masaje lento y frío.
La cremosidad de la mezcla se hace ideal y exquisita. Deseo lamerle, comer sobre él, dibujar con la lengua caminos de pasión que nos lleven a los dos hasta el orgasmo.
Ahora soy yo quien come con gula, no puedo reprimir mi excitación, hasta que en su cuerpo sólo queda una pequeña zona embebida en la suculenta mezcla. Le miro a los ojos divertida por mi dominio _ ¿qué quieres que me coma ahora, duende? _ y sin mediar palabra me atrapa la cabeza y me coloca frente a una montaña de fresas, kiwi, bolitas de melón y yogur, que esconden el más rico de los manjares.
Como, ahora con lentitud, recogiendo las frutas con la lengua, relamiendo la crema, sorbiendo hasta descubrir su pene increíblemente erecto.
Lo atrapo entre mis manos y sigo relamiendo el yogur que casi lo baña por completo, cuando Marco inquieto toma el mando de nuevo. No puede seguir alargando la espera.
Le grito excitada cuando me levanta en volandas. Me sostiene en alto contra la pared y sujetándome por los glúteos se ingiere en mi sexo con suma suavidad. Me siento bien entre sus brazos. Le siento fuerte mientras me impele con un ritmo frenético.
Quiero correrme con él y le invito a intentarlo. Me pide tiempo e intento frenarme. Pero no puedo esperar mucho más. La viscosidad del yogur nos ha dejado tan resbaladizos que por más que lo intento, no puedo frenar mi excitación.
Cuando estoy a punto de decirle que no le puedo esperar más, me grita que está a punto, que en un momento me llenará con su semen. Y sin poder controlarlo, nos fusionamos de nuevo, ahora en un desmesurado placer: en un seguido de contracciones rítmicas, en una explosión.
¡Insuperable, exquisito!


Le beso y él me posa sobre la cama. Se tiende a mi lado y me abraza en silencio, me acaricia el cuerpo, me besa los hombros y me susurra que le gusto.



Permanecemos así mucho tiempo, disfrutando de nuestra piel, del calor de las caricias. Como si ésta fuera la última vez.



Por la mañana le miro dormir a mi lado, retengo la imagen, sabiendo que voy a recordar mucho cada detalle, que me voy a excitar mucho conmemorándolo.

Abre los ojos y sonríe deseándome buenos días.
Desayunamos entre besos y caricias hasta que el reloj me increpa para que me dé prisa en salir hasta el trabajo.
Le pregunto si nos volveremos a ver y me dice que me escribirá.
Esto me da mala espina.



Creo que lo pasó bien pero no me lo recuerda. Yo no lo había pasado mejor en la vida, pero no estaría bien decírselo ahora, no sea que se le suba a la cabeza.

La verdad es que no creo que tenga rival, estoy segura de que no tendré la suerte de cruzarme con él de nuevo. La suerte no suele acompañarme.


Le veo marchar sobre su Honda.

Me siento muy bien esta mañana, todo me parece más limpio, más brillante, más ... 
Hoy es un gran día!

6 comentarios:

  1. Aixo es el que penses mentres mires les motos¿ està molt be, segurament t´entretens molt mes que els que només veiem rodes donant voltes...

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  2. I el futbol..., i el tenis...i l'atletisme... de la lluita ni t'explico.
    Buffff....
    jajaja

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  3. Aprilia es una máquina con mucha fuerza!
    Me alegra que te guste, Jabier.
    Muchas gracias.
    No sabía que los peces de cristal dels Genis eran tuyos.
    Me gusta tu trabajo!
    Cuidate mucho.

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  4. Moltes gràcies Victor!
    Molt bon Any!!!!!!!!!!!!!!!!
    Petonets

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